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Para pensar... |
"No hacer una buena educación sexual y pretender que la adolescencia no tenga problemas en su vida sexual, es tan estúpido, como pretender que no se ahoguen en una piscina sin haberles enseñado a nadar y protegerse de los riesgos en una piscina"
Leonardo Romero S
Secretario de la FLASSES, Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (2002-2006)
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¿Sabès que significa sexualidad? |
La sexualidad humana representa el conjunto de comportamientos que conciernen la satisfacción de la necesidad y el deseo sexual. Al igual que los otros primates, los seres humanos utilizan la excitación sexual con fines reproductivos y para el mantenimiento de vínculos sociales, pero le agregan el goce y el placer propio y el del otro. El sexo también desarrolla facetas profundas de la afectividad y la conciencia de la personalidad. En relación a esto, muchas culturas dan un sentido religioso o espiritual al acto sexual, así como ven en ello un método para mejorar (o perder) la salud.
La complejidad de los comportamientos sexuales de los humanos es producto de su cultura, su inteligencia y de sus complejas sociedades, y no están gobernados enteramente por los instintos, como ocurre en casi todos los animales. Sin embargo, el motor base del comportamiento sexual humano siguen siendo los instintos, aunque su forma y expresión dependen de la cultura y de elecciones personales; esto da lugar a una gama muy compleja de comportamientos sexuales. En la especie humana, la mujer lleva culturalmente el peso de la preservación de la especie.
En la sexualidad humana pueden distinguirse aspectos relacionados con la salud, el placer, legales, religiosos, etcétera. El concepto de sexualidad comprende tanto el impulso sexual, dirigido al goce inmediato y a la reproducción, como los diferentes aspectos de la relación psicológica con el propio cuerpo (sentirse hombre, mujer o ambos a la vez) y de las expectativas de rol social. En la vida cotidiana, la sexualidad cumple un papel muy destacado ya que, desde el punto de vista emotivo y de la relación entre las personas, va mucho más allá de la finalidad reproductiva y de las normas o sanciones que estipula la sociedad.
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DE PADRES A HIJOS |
Los primeros y principales educadores son los padres, no sólo a través de la palabra, sino de los modelos de relación que se ofrecen al niño, de la coherencia entre lo que se dice y lo que se muestra.
En todas estas actividades siempre hay un modelo cercano del cual tomar las informaciones necesarias. Así se va creciendo y aprendiendo, por imitación e identificaciones, por comparación, por todas las aceptaciones y todos los rechazos. En relación con la sexualidad, el aprendizaje resulta mucho más confuso que, por ejemplo, aquel vinculado a aprender a caminar o a comer. Siempre habrá en una familia una mano cálida dispuesta a ayudar al niño que comienza a desplazarse sobre sus piernas o a sostenerlo cuando tropieza, Pero esa misma mano adulta puede interrumpir enérgicamente el placer de un niño o una niña que explora sus genitales. Es obvio que la actitud cultural es diferente con respecto a una función corporal que a otra. Vale la pena preguntarse qué hace que la reacción sea diferente, ya se trate del movimiento sincronizado de las piernas (caminar) o de la exploración y manifestación de la sexualidad. La única respuesta disponible es: la cultura. A través de los siglos existieron actitudes diferentes en cuanto a la información que recibían los niños y los adolescentes acerca de la sexualidad de los adultos, En el mundo americano precolombino, los incas disponían de un sinnúmero de pequeñas estatuas llamados huacos, que muestran a hombres y mujeres en relación sexual Se supone que uno de los propósitos de estos huacos era educativo. En las ceremonias de iniciación o rituales de pasaje, extendidos por todo el mundo, durante los cuales el púber pasa a pertenecer a un mundo adulto, una parte importante consiste en la revelación de ciertos secretos sexuales, a cargo de los hombres adultos de la tribu. Simultáneamente, a las niñas se las entrena a través de danzas rituales que, en los movimientos, semejan la relación sexual. Pero no es éste el lugar para extendernos sobre los ritos, sino sobre los modelos de aprendizaje que ofrecen los adultos y que han oscilado entre la exhibición abierta de la sexualidad hasta el ocultamiento extremo del cuerpo y de sus posibilidades, para encerrarlo en una sexualidad de reproducción.
Entre estos límites existen modos de transmitir la información relacionada con el cuerpo y el sexo que faciliten el conocimiento y que permitan la libertad de elección. Muchas veces hemos escuchado la frase: "A mí no me dieron ninguna educación sexual". Esta aseveración dista enormemente de ser cierta, ya que siempre se imparte algún tipo de educación, aunque ésta sea a través del silencio. Son los padres los depositarios de la responsabilidad de ofrecer modelos de actitudes. Son ellos los que deben asumir la tarea, junto con los educadores y docentes, porque sino corren el riesgo de aparecer nada más que como censores. Así su tarea principal consiste en transmitir que la relación sexual es un acto de comunicación y amor, jamás un imperativo, porque nadie es mejor o más completo por haber efectuado un coito.
Un simple acto mecánico, desprovisto de afecto, es una iniciación forzada, que a veces ni siquiera resulta útil como entrenamiento adecuado. En nuestros talleres de educación sexual para adolescentes nos han preguntado repetidamente: ¿cuándo se está preparado para tener una relación sexual? Y la respuesta que damos es siempre la misma: no existe una edad ideal o precisa, depende de la madurez personal, del deseo, de la confianza en sí mismo y en el otro. En este sentido, la educación sexual ofrece un marco de garantías para saber el cómo y el cuándo. La base en que se inspira es la transmisión, más que de detallados conocimientos anatómico-fisiológicos, de la necesidad de responsabilidad, consideración y respeto hacia el compañero o compañera sexual. Y estos elementos incluyen el cuidado para evitar embarazos indeseados que suelen culminar en uniones apresuradas o interrupciones traumáticas de la gestación. De la confianza, el conocimiento y la libertad mutuas nacerá una experiencia sexual rica y plena, que deberá ser recorrida como quien asciende una montaña, con tiempo y cuidados, porque a medida que se asciende se notarán sensaciones y percepciones diferentes.

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OMS - Educación Sexual. |

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en unas declaraciones en lo referente a los programas de educación sexual de los niños y adolescentes, aconseja que:
"Los programas de educación sexual deberían iniciarse tempranamente, ser específicos para cada edad y constituir una actividad continua de promoción de la salud durante los años escolares. Deberían empezar en la familia, con los niños en edad preescolar, y estar en conexión con la escuela.
Durante los primeros años escolares la enseñanza debería centrarse en todos los aspectos del desarrollo sexual normal -biológico y psicológico-, incluyendo las variaciones normales.
Hacia los trece años de edad los niños deberían haber recibido toda la información necesaria sobre sexualidad y la contracepción a fin de evitar angustias innecesarias y embarazos no deseados durante los años de la pubertad.
Durante los años de la pubertad el programa debería incluir información acerca de las variantes sexuales como la homosexualidad y sobre las enfermedades de transmisión sexual, sus síntomas, sus consecuencias, y su prevención, debiéndose hacer hincapié en la preparación para la vida compartida, la vida familiar y la paternidad.
El contenido específico del programa se debería determinar localmente a la vista de las circunstancias locales, las costumbres, etc, y debería estar aprobado y respaldado por la comunidad."
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Los chicos y chicas de 6 y 7 años, formulan preguntas acerca de las diferencias entre los cuerpos de mujeres y varones, entre sus cuerpos y el de su mamá o papá. Por ejemplo: “Por qué los varones tienen fifirifí (o pipí) y las nenas no?”; “¿por qué Julia le dice fifirifí al pito?”;“¿por qué
los papás tienen tanto pelo por todos los lados y las mamás no?”;“¿por qué las mamás tienen tetas grandes y los papás no?”;“¿por qué las nenas tenemos tetas chiquitas y no tetas grandes como la de las mamás?”. También les interesa “Su origen”: “¿Cómo nace el bebé en la barriga?”; “¿cómo es esa semilla para que nosotros salgamos?”; “¿cómo se une mi hermanito al ombligo de mi mamá?”; “¿cómo hace mi papá para meter la semillita en la panza de mi mamá?”;“¿cómo le nacen los pies y la cabeza?”; “¿cómo le cortan la panza para que salga el bebé?”.
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Recordemos que sin información es imposible cambiar actitudes; pero que la información sola no basta para promover conductas preventivas o adoptar comportamientos sexuales no riesgosos, responsables y placenteros (Goldstein, B. y Castañera, M, 1996). Es fundamental dedicar tiempo y espacio en el aula y dentro del núcleo familiar para tratar los temas sexuales que los
chicos y chicas nos plantean desde que pueden expresarse, en un contexto afectivo y respetuoso mutuo.
Los chicos y las chicas tienen derecho a informarse, a aprender a cuidar su propio cuerpo, a compartir los temas que les interesan y preocupan, y no “cuando sean más grandes”,“ahora
no van a entender”, sino que siempre podemos adaptar nuestro vocabulario y nuestras expresiones a la edad y a las posibilidades cognitivas de nuestros alumnos y alumnas, de nuestros hijos e hijas. Los chicos y chicas quieren saber lo que preguntan, ¡ya! Es imprescindible
que empecemos a dar, a ofrecer una información comprensible, cristalina, concisa, y verídica.